Radiología
y magnicidios en la historia de Nicaragua
Lenin Fisher
En la ciudad de León han ocurrido los dos
magnicidios de la historia de Nicaragua, según Faustino Sáenz, al estudiar la
violencia volcánica y leonesa como parte de la interpretación de la
leonesidad. El primero de los magnicidios tuvo como víctima al Director Supremo
del Estado, el Coronel José Zepeda, sucedido la noche del 25 de enero de 1837,
cuya administración fue efímera, teniendo como victimario a Baudilio Mendiola.
Para entonces, los rayos X no habían sido, obviamente, descubiertos por William
C. Roentgen (1,2).
El segundo magnicidio tuvo por víctima al
Presidente y General Anastasio Somoza García, el 21 de septiembre de 1956, en la
Casa del Obrero –donde con una fiesta se despedía de la metrópoli
proclamando por tercera vez su candidatura presidencial-, a causa de los cinco
disparos de revólver hechos por Rigoberto López Pérez, un joven leonés,
periodista y poeta. Los rayos X, la radiología, los radiólogos y técnicos se
involucraron en este caso histórico, toda una emergencia nacional. En
realidad, el segundo magnicidio fue el de A. C. Sandino; y el de Somoza García
sería el tercer magnicidio o lo que es lo mismo: Somoza García cometió el
segundo magnicidio y fue la víctima del tercero (1,2).
“Alrededor de las 11:30 de la noche ingresan a
Somoza al viejo hospital San Vicente en León, situado al final de la avenida
Debayle, en la carretera que sale a Telica y Chinandega. Le pasan directamente
a la sala de operaciones donde la primera persona en revisarle es un
practicante de guardia, el estudiante de medicina, Ramiro Abaunza Salinas, de
pura estirpe liberal…” y el único individuo del hospital al que Salvadora
Debayle permite ocuparse del herido en los primeros momentos de su arribo.
Minutos más tarde llegan los doctores Julio Castro y Gustavo Sequeira, y
después el doctor Ernesto López (buscado en su propia casa y llevado en
la limosina de Somoza) (1,2).
“A las cinco y media llegan los radiólogos Humberto Tijerino e
Inocente Lacayo, este último de Managua, quienes determinan una fractura en el
cúbito en el antebrazo derecho. Dos ortopedistas proceden a enyesar el brazo
del paciente…” Según la propia versión del Dr. Tijerino, quien era profesor de
clínica médica, él fue el primer facultativo en valorar a Somoza herido; según
el Dr. Tijerino ninguno de los disparos había afectado órganos vitales, las
placas radiográficas valoradas así lo demostraban, excepto una de ellas que
comprimía a un cuerpo vertebral y producía un síndrome doloroso acentuado.
Entonces podemos inferir que un
médico interno lo recibió y los primeros médicos que atendieron al herido
fueron los Drs. Castro y Sequeira (1,2).
El Dr. Sequeira Madriz relató: “Me encontraba
tranquilamente en mi casa cuando fui sustraído de mi hogar para atender un
personaje cuyo nombre desconocía y que realmente llego a conocer cuando llegó
al hospital. Se trataba del general Somoza García quien había sido balaceado;
cuando lo valoramos el paciente se encontraba en shock hipovolémico por lo cual
adoptamos todas las medidas para precisar el alcance de las lesiones sufridas,
al tiempo que se le estabilizaba hemodinámicamente para ser trasladado por vía
aérea al Canal de Panamá, lo cual efectivamente se hizo en las primeras horas
de la madrugada del día siguiente. Trabajamos hombro a hombro en aquellas
difíciles horas con los brillantes doctores Julio Castro, Ernesto López y
Humberto Tijerino. La técnica de rayos X fue la señora Carmen Berríos, quien
por cierto recuerdo que le dedicó 50 años de abnegado trabajo al hospital. Los
internos que nos asistieron con eficiencia fueron Ramiro Abaunza y René
Ordóñez.” (1,2).
“De las cinco balas que dispara López Pérez,
cuatro dieron en el blanco y ninguna de ellas era necesariamente mortal. El
doctor Evenor Taboada, médico forense de León, practicó el reconocimiento a
Somoza, dictaminando que había sido herido por arma de fuego que le produjo
lesiones de diversa naturaleza.” Sin embargo, debe tenerse en cuenta que:
“Somoza no era un hombre sano antes del atentado (…) podía considerarse de alto
riesgo. Era diabético, hipertenso y presentaba tendencia a la obesidad.” Y
desde 1949, debido a una diverticulitis le realizaron, en Boston, EE.UU., una
colostomía, de cuya limpieza diaria era responsable el mayor Ocón (1,2).
Debido a la deficiencia del equipo de rayos X
del Hospital San Vicente de León, Luis Somoza Debayle insistió en que a su papá
le tomaran nuevas radiografías en Managua por lo cual se solicitaron los
servicios del Dr. Roberto Calderón Gutiérrez, quien aparentemente pretendía que
las radiografías se tomaran en el Hospital Militar; pero el equipo de rayos X
en este hospital también estaba en mal estado (¡no es cierto que todo tiempo
pasado fue mejor!). Entonces, sobre la marcha, el Dr. Calderón decidió llevar a
Somoza García al Hospital General de Managua, donde ingresó alrededor de las
siete de la mañana del 22 de septiembre (99). El Dr. Octavio Argüello Varela,
Jefe de Laboratorio, fue amenazado por un coronel de la G.N., fuertemente
armado, quien le dijo: “Se le comunica que cualquier error que cometa será
interpretado como atentado.” (1,2).
Un proyectil penetró en el hombro
derecho, en la región deltoidea, sin agujero de salida, causando hematoma en la
pared axilar anterior. La bala siguió por detrás de las principales arterias,
venas y nervios introduciéndose en el tórax, fracturando una costilla y
desgarrando el pulmón derecho. “Las radiografías detectan un fragmento de bala
alojado en el cuarto espacio intercostal derecho, entre la piel y la sexta
vértebra dorsal.”Otra bala perforó el antebrazo derecho, de adelante hacia
atrás, a nivel del tercio medio, produciendo una fractura multifragmentaria del
cúbito. Asimismo, había una herida con agujero de entrada en la fosa iliaca
derecha y un poco arriba de la espina iliaca anterosuperior, sin agujero de
salida. El proyectil siguió hacia atrás, describiendo una curva, sin entrar a
la cavidad abdominal, hasta penetrar en el raquis, por la quinta vértebra
lumbar y lesionando la cauda equina (1,2).
Si en la
entrada de la Casa del Obrero, la noche de la fiesta y el atentado o
ajusticiamiento, hubiese existido un equipo sofisticado de rayos X –como los
actualmente usados en los aeropuertos-, para escanear a cada persona que
ingresó al local, se hubiese descubierto por lo menos el siguiente arsenal
entre los leoneses, encontrado debajo de mesas, sillas y en diferentes rincones
del edificio: “…23 armas cortas de fuego, 17 navajas de tamaño mediano, 4
punzones, 3 limas largas, 1 picador de hielo y una hachuela de mango recortado.
¡Un arsenal completo digno de una asamblea de hombres y mujeres buenos que
homenajeaban al presidente simpático y bonachón de un país pacífico!. En otras
palabras, al menos 49 personas civiles portaban algún tipo de arma –además de
los militares, agentes de seguridad y el propio
Rigoberto López Pérez (1,2).
Finalmente, Somoza García sufrió un paro cardíaco, del cual se recuperó con
desfibrilación, pero con daño cerebral severo; luego, el equipo médico del
presidente Eisenhower le extrajo las balas y murió en el Hospital Gorgas de la
Zona del Canal de Panamá, el sábado 29 de septiembre de 1956, a las
4:05 de la madrugada, después de haber ejercido el poder, dictatorialmente,
directa o indirectamente, tras el asesinato de Sandino el 21 de febrero de
1934 (1,2).
No
parece muy cercana a la verdad la versión ofrecida por Corea Fonseca, transmitida
por el Dr. Cayetano Espinoza Valdez al Dr. Teófilo Cortés, ambos
anestesiólogos, versión en la que se atribuye el coma y la muerte de Somoza
García a que el tubo endotraqueal estaba mal colocado, en el esófago y no en la
tráquea, por lo cual el paciente pasó varios minutos con ventilación cerebral
defectuosa (1,2).
Tampoco se puede atribuir la muerte de Somoza
García al aparente desorden con que fue manejado o porque no fue abordado como
un caso común de la consulta diaria de emergencia, como rutinariamente lo hacen
los médicos internos y residentes, como ha señalado Corea Fonseca. Los factores
de riesgo del general y dictador herido eran reales: obesidad, hipertensión
arterial sistémica, diabetes mellitus y colostomía. Esta versión muy dudosa
quizá se deba a que los nicaragüenses siempre nos creemos mejores que los de
otros países; según nosotros, siempre hacemos lo mejor; los otros son los que
fallan (1,2).
Por otra parte, el cuerpo de López Pérez fue
desaparecido, no se sabe exactamente dónde fue enterrado; a él, no se lo tomó
radiografías de ningún tipo, según se sabe. ¿Cuántos cuerpos extraños de
densidad metálica u ojivas de bala se pudieron haber contado en las
radiografías del cuerpo de Rigoberto López Pérez? ¿Cuántas fracturas se
pudieron haber contado en las radiografías? ¿Solicitó el médico forense
radiografías del cuerpo de López Pérez? ¿Alguien describió el recorrido de cada
una de las decenas de balas que atravesó el cuerpo de Rigoberto? (1,2).
Es inevitable parafrasear el poema “Adivinanza” de Fernando Gordillo:
Dos muertos:/ uno, a la vista de todos/ en el corazón de nadie./Otro, a la
vista de nadie/ en el corazón de todos (100,101). Y la tecnóloga médica
Annie Valladares, primera mujer graduada como químico-bióloga en la Universidad de
San Carlos de Guatemala, en 1954, autora del poema “Responso a Rigoberto López
Pérez” (escrito en Nueva Orleáns, en septiembre de 1956; reproducido en
México), expresó en dos seversos: “te has salvado del olvido” (1,2).
Referencias bibliográficas
1.
Fisher, L. Historia de la Radiología en Nicaragua: la senda de la luz
invisible. Universitaria. Managua. 2010: 316
2.
Fisher, L. Historia de la Radiología en Nicaragua: la senda de la luz
invisible. 2da. ed. Universitaria. Managua. 2011: 428
Managua, Nicaragua, 28 de abril de 2012
leninfisherblogspot.com
https://colegionicaraguenseradiologia.blogspot.com/2013/03/radiologia-y-magnicidios-en-la-historia.html
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