La eutanasia
Lenin
Fisher
Introducción
La eutanasia es un tema que genera mucho debate, en la
sociedad y el gremio médico. Si partimos de que el único problema filosófico
verdaderamente serio es el suicidio, como dijo Albert Camus, la eutanasia sería
el más grande problema filosófico y ético, al que se enfrentan los médicos y
todo el personal de salud.
Según el diccionario de la Real Academia Española (2018) la
palabra eutanasia tiene el significado etimológico de “muerte dulce”, y
proviene de dos voces, una del griego antiguo (euthanasía), y otra, del latín científico (euthanasia). Dos acepciones son conocidas: una, la intervención
deliberada para poner fin a la vida de un paciente sin perspectiva de cura; y
la segunda, aplicada a la medicina, la muerte sin sufrimiento físico.
En la interpretación que se tenga de la eutanasia influyen
muchos factores, entre los cuales se pueden mencionar: filosóficos, religiosos,
éticos, morales, culturales, étnicos, educativos, políticos, legales,
institucionales y económicos. No es propósito de este ensayo analizar cada uno
de estos factores, los cuales son reales, objetivos y variables, en cada país.
La eutanasia es sin lugar a dudas un tópico que se gana
muchos adjetivos calificativos: controversial, difícil, complicado,
problemático, escabroso, complejo, debatible, crítico, etc.
Desarrollo
La eutanasia o muerte apacible, sin sufrimiento físico, favorecida
por otros, es un tema de actualidad, que muchos nicaragüenses comenzaron a oír
del mismo en la década de 1990, cuando la globalización neoliberal hacía sentir
sus pisadas con botas de siete leguas. Si la eutanasia es morir dulce y
apaciblemente, de manera indolora y sin sufrimiento, quizá se aproxima a la
forma en que muchos desearían morir, en el sentido de no sentir dolor ni sufrir
antes de morir.
Es que ningún ser humano quiere sentir dolor, ni desea
sufrir física o mentalmente. ¿Acaso
existe un miembro de la especie humana que desee morir sintiendo el más
terrible dolor, antes de morir?, ¿o algún humano quisiera morir sufriendo mucho
y cada vez más, sin que ningún medicamento, cirugía o procedimiento paliativo
le calme el dolor y el sufrimiento, antes de, finalmente, morir?
Si el 99% de los seres humanos, en su sano juicio, no se
deleitan con el dolor y el sufrimiento, por cualquier causa, por qué habrían de
deleitarse con el dolor y el sufrimiento, constantes, incurables, invencibles,
como antesala de la muerte. En ese sentido, la muerte indolora y sin sufrir,
sería como un derecho de cada persona, es decir, que la eutanasia podría considerarse
un acto legal, no penalizado, como efectivamente lo es en varios países del
mundo, de acuerdo a su propio orden jurídico.
De la misma manera en que hay personas a favor y en contra
de la eutanasia, también existen médicos a favor y en contra de la misma, por
los diversos factores antes mencionados. Y la eutanasia como término o
sustantivo tiene su respectivo antónimo: cacotanasia, señalado por Wikipedia
(2018); pero que todavía no lo incluye, como un vocablo más, la versión digital
de la Real Academia Española (2018). El antónimo de cacotanasia es eutanasia.
Morir con dolor, amargamente y sufriendo sería el significado de la primera, al
contrario de la segunda, que es el tema abordado en este ensayo.
Si tenemos derecho a la vida y al buen vivir, tendríamos
derecho al buen morir y a morir en la forma en que deseemos. El buen morir en
términos prácticos significa morir en condiciones dignas de todo ser humano. En
ese sentido, morir en la propia cama de su casa u hogar, siendo un anciano, es
probablemente el ideal de muerte digna y apacible, con tiempo suficiente para
decir o expresar nuestros últimos deseos, palabras, voluntades y sentimientos.
Dicha condición es la totalmente opuesta a la imagen que tenemos de las muertes
ocurridas en los hospitales, y más específicamente, en las salas de cuidados
intensivos o críticos, donde los pacientes pueden tener insertados en sus
cuerpos hasta media docena de catéteres o más; lugares donde los médicos luchan,
con todo su arsenal teórico y práctico, armados de los avances
científico-técnicos posibles, para preservar la vida o curar a los pacientes
muy graves.
Si muchos hospitales públicos o privados, en diferentes
países, buscan disminuir la mortalidad intrahospitalaria enviando a su casa al
paciente deshauciado, para que muera dignamente, en una cálida cama personal y
entre los suyos, por qué no practicar la eutanasia en pacientes sin
posibilidades de sobrevivencia, en estados vegetativos irreversibles y que
hayan expresado verbalmente o por escrito su voluntad de beneficiarse de la
medida llamada eutanasia; o bien, cuando los familiares solicitan y autorizan
la eutanasia, después de pasar semanas, meses y quizás años de espera y
sacrificio, a las puertas de la sala de cuidados intensivos, sin resultados
favorables para su familiar, que es el paciente muy grave.
El respeto a la última voluntad de la persona, expresada
en un testamento o en un consentimiento informado. El respeto al último deseo,
antes de morir. Las últimas palabras o el último deseo del prisionero ante un
pelotón de fusilamiento, la silla eléctrica o la sala de inyección letal. Todas
estas circunstancias que hemos conocido a través de la realidad o la ficción
(en literatura, cine, televisión, etc.), la última voluntad, el deseo final, la
última palabra son respetados o deberían ser respetados, de manera general, por
la autoridad, los familiares, los amigos y podría ser que hasta por los
enemigos del condenado o fallecido.
Y ante el dolor y el sufrimiento del paciente incurable,
sin perspectiva de sobrevivir, que ha pedido o pide la eutanasia, de manera
escrita o verbal, el principio médico de Primun
non nocere (Primero no hacer daño), parece necesitar de re-adecuarse. First do not harm, en el idioma internacional,
como principio médico ha sido cuestionado, revisado y adaptado en otros países
donde la eutanasia es legal. Obviamente, que tal cosa no sucede en todos los
países del mundo. Nunca el conocimiento, las prácticas médicas, la ciencia, ni
la cultura han avanzado o cambiado simultáneamente en todos los puntos
cardinales del planeta.
Durante el imperio griego y el romano se practicó la
eutanasia (de hecho, la palabra original es griega). La cicuta fue usada como
un medio para acelerar la muerte, en lugares como la isla de Ceos y Marsella. En
la antigüedad, filósofos como Sócrates, Platón y Séneca el Viejo apoyaron la
eutanasia, como una forma de acelerar deliberadamente la muerte de un ser
humano. El juramento hipocrático, escrito por alumnos o seguidores de
Hipócrates, muchos años después de la muerte de este último, indica que el gran
médico griego, sus alumnos o seguidores estuvieron en contra de practicar la
eutanasia. Así podemos leer: no
prescribiré una droga mortal para complacer a alguien, ni daré consejos que
puedan causar su muerte. No debió ser extraño que en Grecia hubiese
posiciones encontradas sobre la eutanasia. Al fin y al cabo, en esa sociedad
surgió el pensamiento racional, un logro gigantesco para toda la especie
humana, que todavía tiene vigencia portentosa.
El término eutanasia fue usado por primera vez, en el
contexto médico, y en el sentido de ayudar a alguien mientras moría, por uno de
los precursores del método científico, el inglés Francis Bacon, quien se
refirió a la muerte feliz, fácil e indolora, porque aliviar los padecimientos
físicos del cuerpo, era una responsabilidad del médico. Sin embargo, quien
acuñó el término fue el historiador Suetonio, al describir la muerte del
emperador Augusto en los brazos de su esposa, como rápida y sin sufrimiento.
En Nicaragua no se practica la eutanasia. No está
legalizada la eutanasia en nuestro país. La mayoría de los médicos nacionales,
probablemente, se oponen a practicar la eutanasia, aun y cuando se legalizara y
reglamentara. El pueblo nicaragüense no está preparado para asumir la eutanasia
como una opción realista. La influencia multifactorial en la sociedad es
decisiva. En sociedades profundamente religiosas, como la nuestra, es muy
difícil que la práctica de la eutanasia sea aceptada, impulsada o legalizada.
Por lo menos en las condiciones actuales, quizás el sector
minoritario de la población que se considera ateo, acepte la eutanasia como una
forma de ayudar al paciente a detener el dolor y el sufrimiento, al perder la
batalla por la vida ante la enfermedad. Como sabemos, esa minoría considerada
atea, oscila entre el 5 y 10% de la población, en todas partes del mundo.
Es oportuno recordar que en cinco países la eutanasia está
legalizada, a saber: Holanda o Países bajos, desde 2001; Bélgica, a partir de 2002;
Luxemburgo, desde 2019; Colombia, a partir de 2015, fue el primero en
Latinoamérica; y Canadá, desde 2016. Bélgica, fue el primero en el mundo en
extender la decisión a menores de edad, al establecer la no existencia de
límites de edad. Colombia es el único país que reconoce a la eutanasia como un
derecho fundamental, de acuerdo al Tribunal Constitucional; e incluye a los
menores de edad.
Por otra parte, el suicidio asistido (definido como la
ayuda o asistencia a otra persona que desea terminar con su existencia) está
permitido o no es penalizado en Suiza, Japón, Albania, Corea del Sur y
Alemania. En Estados Unidos solamente cinco estados lo permiten: Montana, Vermont,
Washington, Oregon y California.
Durante el siglo XX y el XXI distintos gobiernos han
impulsado políticas para legalizar la eutanasia. Esta acción ha sido respaldada
por algunos organismos no gubernamentales (ONG) y asociaciones médicas. No
obstante, el avance ha sido difícil, lo cual está reflejado en que solo cinco
países de los 195 Estados soberanos, reconocidos internacionalmente, o sea, el 2.5%
han aprobado la eutanasia; y otros cinco han legalizado el suicidio asistido.
En otras palabras, solo el 10% de todos los Estados que integran la ONU han
legalizado la eutanasia y el suicidio asistido.
Conclusiones
La eutanasia es un acto que ha estado en la palestra desde
hace unos 2500 años porque está relacionada con el peculiar fenómeno filosófico
de la vida y la muerte, las cuales son las grandes preocupaciones en el actuar de
los médicos; preservando la primera y evitando la segunda. Una pequeña
proporción de países han legalizado a la eutanasia o al suicidio asistido. En
ellos las personas no son penalizadas por pedirla, exigirla o ejecutarla. El
avance es lento y el debate es intenso. La sociedad, los médicos y los pacientes
deben encontrar la forma de que la eutanasia sea adecuadamente indicada o
justificada para ayudar, realmente, al enfermo grave o terminal, sin
perspectivas de sobrevivir, a dejar de sufrir, a no sentir más el insoportable
y prolongado dolor, y morir apacible y felizmente. Sin dudas, la eutanasia es
preferible que su antónimo, la cacotanasia.
Managua,
Nicaragua, 1 de diciembre de 2018
Colegio Nicaragüense de Radiología
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