jueves, 10 de enero de 2019

LA EUTANASIA

La eutanasia

Lenin Fisher

Introducción

La eutanasia es un tema que genera mucho debate, en la sociedad y el gremio médico. Si partimos de que el único problema filosófico verdaderamente serio es el suicidio, como dijo Albert Camus, la eutanasia sería el más grande problema filosófico y ético, al que se enfrentan los médicos y todo el personal de salud.

Según el diccionario de la Real Academia Española (2018) la palabra eutanasia tiene el significado etimológico de “muerte dulce”, y proviene de dos voces, una del griego antiguo (euthanasía), y otra, del latín científico (euthanasia). Dos acepciones son conocidas: una, la intervención deliberada para poner fin a la vida de un paciente sin perspectiva de cura; y la segunda, aplicada a la medicina, la muerte sin sufrimiento físico.

En la interpretación que se tenga de la eutanasia influyen muchos factores, entre los cuales se pueden mencionar: filosóficos, religiosos, éticos, morales, culturales, étnicos, educativos, políticos, legales, institucionales y económicos. No es propósito de este ensayo analizar cada uno de estos factores, los cuales son reales, objetivos y variables, en cada país.

La eutanasia es sin lugar a dudas un tópico que se gana muchos adjetivos calificativos: controversial, difícil, complicado, problemático, escabroso, complejo, debatible, crítico, etc.

Desarrollo

La eutanasia o muerte apacible, sin sufrimiento físico, favorecida por otros, es un tema de actualidad, que muchos nicaragüenses comenzaron a oír del mismo en la década de 1990, cuando la globalización neoliberal hacía sentir sus pisadas con botas de siete leguas. Si la eutanasia es morir dulce y apaciblemente, de manera indolora y sin sufrimiento, quizá se aproxima a la forma en que muchos desearían morir, en el sentido de no sentir dolor ni sufrir antes de morir.
  
Es que ningún ser humano quiere sentir dolor, ni desea sufrir física o mentalmente.  ¿Acaso existe un miembro de la especie humana que desee morir sintiendo el más terrible dolor, antes de morir?, ¿o algún humano quisiera morir sufriendo mucho y cada vez más, sin que ningún medicamento, cirugía o procedimiento paliativo le calme el dolor y el sufrimiento, antes de, finalmente, morir?

Si el 99% de los seres humanos, en su sano juicio, no se deleitan con el dolor y el sufrimiento, por cualquier causa, por qué habrían de deleitarse con el dolor y el sufrimiento, constantes, incurables, invencibles, como antesala de la muerte. En ese sentido, la muerte indolora y sin sufrir, sería como un derecho de cada persona, es decir, que la eutanasia podría considerarse un acto legal, no penalizado, como efectivamente lo es en varios países del mundo, de acuerdo a su propio orden jurídico.

De la misma manera en que hay personas a favor y en contra de la eutanasia, también existen médicos a favor y en contra de la misma, por los diversos factores antes mencionados. Y la eutanasia como término o sustantivo tiene su respectivo antónimo: cacotanasia, señalado por Wikipedia (2018); pero que todavía no lo incluye, como un vocablo más, la versión digital de la Real Academia Española (2018). El antónimo de cacotanasia es eutanasia. Morir con dolor, amargamente y sufriendo sería el significado de la primera, al contrario de la segunda, que es el tema abordado en este ensayo.

Si tenemos derecho a la vida y al buen vivir, tendríamos derecho al buen morir y a morir en la forma en que deseemos. El buen morir en términos prácticos significa morir en condiciones dignas de todo ser humano. En ese sentido, morir en la propia cama de su casa u hogar, siendo un anciano, es probablemente el ideal de muerte digna y apacible, con tiempo suficiente para decir o expresar nuestros últimos deseos, palabras, voluntades y sentimientos. Dicha condición es la totalmente opuesta a la imagen que tenemos de las muertes ocurridas en los hospitales, y más específicamente, en las salas de cuidados intensivos o críticos, donde los pacientes pueden tener insertados en sus cuerpos hasta media docena de catéteres o más; lugares donde los médicos luchan, con todo su arsenal teórico y práctico, armados de los avances científico-técnicos posibles, para preservar la vida o curar a los pacientes muy graves.

Si muchos hospitales públicos o privados, en diferentes países, buscan disminuir la mortalidad intrahospitalaria enviando a su casa al paciente deshauciado, para que muera dignamente, en una cálida cama personal y entre los suyos, por qué no practicar la eutanasia en pacientes sin posibilidades de sobrevivencia, en estados vegetativos irreversibles y que hayan expresado verbalmente o por escrito su voluntad de beneficiarse de la medida llamada eutanasia; o bien, cuando los familiares solicitan y autorizan la eutanasia, después de pasar semanas, meses y quizás años de espera y sacrificio, a las puertas de la sala de cuidados intensivos, sin resultados favorables para su familiar, que es el paciente muy grave.

El respeto a la última voluntad de la persona, expresada en un testamento o en un consentimiento informado. El respeto al último deseo, antes de morir. Las últimas palabras o el último deseo del prisionero ante un pelotón de fusilamiento, la silla eléctrica o la sala de inyección letal. Todas estas circunstancias que hemos conocido a través de la realidad o la ficción (en literatura, cine, televisión, etc.), la última voluntad, el deseo final, la última palabra son respetados o deberían ser respetados, de manera general, por la autoridad, los familiares, los amigos y podría ser que hasta por los enemigos del condenado o fallecido.

Y ante el dolor y el sufrimiento del paciente incurable, sin perspectiva de sobrevivir, que ha pedido o pide la eutanasia, de manera escrita o verbal, el principio médico de Primun non nocere (Primero no hacer daño), parece necesitar de re-adecuarse. First do not harm, en el idioma internacional, como principio médico ha sido cuestionado, revisado y adaptado en otros países donde la eutanasia es legal. Obviamente, que tal cosa no sucede en todos los países del mundo. Nunca el conocimiento, las prácticas médicas, la ciencia, ni la cultura han avanzado o cambiado simultáneamente en todos los puntos cardinales del planeta.

Durante el imperio griego y el romano se practicó la eutanasia (de hecho, la palabra original es griega). La cicuta fue usada como un medio para acelerar la muerte, en lugares como la isla de Ceos y Marsella. En la antigüedad, filósofos como Sócrates, Platón y Séneca el Viejo apoyaron la eutanasia, como una forma de acelerar deliberadamente la muerte de un ser humano. El juramento hipocrático, escrito por alumnos o seguidores de Hipócrates, muchos años después de la muerte de este último, indica que el gran médico griego, sus alumnos o seguidores estuvieron en contra de practicar la eutanasia. Así podemos leer: no prescribiré una droga mortal para complacer a alguien, ni daré consejos que puedan causar su muerte. No debió ser extraño que en Grecia hubiese posiciones encontradas sobre la eutanasia. Al fin y al cabo, en esa sociedad surgió el pensamiento racional, un logro gigantesco para toda la especie humana, que todavía tiene vigencia portentosa.

El término eutanasia fue usado por primera vez, en el contexto médico, y en el sentido de ayudar a alguien mientras moría, por uno de los precursores del método científico, el inglés Francis Bacon, quien se refirió a la muerte feliz, fácil e indolora, porque aliviar los padecimientos físicos del cuerpo, era una responsabilidad del médico. Sin embargo, quien acuñó el término fue el historiador Suetonio, al describir la muerte del emperador Augusto en los brazos de su esposa, como rápida y sin sufrimiento.

En Nicaragua no se practica la eutanasia. No está legalizada la eutanasia en nuestro país. La mayoría de los médicos nacionales, probablemente, se oponen a practicar la eutanasia, aun y cuando se legalizara y reglamentara. El pueblo nicaragüense no está preparado para asumir la eutanasia como una opción realista. La influencia multifactorial en la sociedad es decisiva. En sociedades profundamente religiosas, como la nuestra, es muy difícil que la práctica de la eutanasia sea aceptada, impulsada o legalizada.

Por lo menos en las condiciones actuales, quizás el sector minoritario de la población que se considera ateo, acepte la eutanasia como una forma de ayudar al paciente a detener el dolor y el sufrimiento, al perder la batalla por la vida ante la enfermedad. Como sabemos, esa minoría considerada atea, oscila entre el 5 y 10% de la población, en todas partes del mundo.

Es oportuno recordar que en cinco países la eutanasia está legalizada, a saber: Holanda o Países bajos, desde 2001; Bélgica, a partir de 2002; Luxemburgo, desde 2019; Colombia, a partir de 2015, fue el primero en Latinoamérica; y Canadá, desde 2016. Bélgica, fue el primero en el mundo en extender la decisión a menores de edad, al establecer la no existencia de límites de edad. Colombia es el único país que reconoce a la eutanasia como un derecho fundamental, de acuerdo al Tribunal Constitucional; e incluye a los menores de edad.

Por otra parte, el suicidio asistido (definido como la ayuda o asistencia a otra persona que desea terminar con su existencia) está permitido o no es penalizado en Suiza, Japón, Albania, Corea del Sur y Alemania. En Estados Unidos solamente cinco estados lo permiten: Montana, Vermont, Washington, Oregon y California.

Durante el siglo XX y el XXI distintos gobiernos han impulsado políticas para legalizar la eutanasia. Esta acción ha sido respaldada por algunos organismos no gubernamentales (ONG) y asociaciones médicas. No obstante, el avance ha sido difícil, lo cual está reflejado en que solo cinco países de los 195 Estados soberanos, reconocidos internacionalmente, o sea, el 2.5% han aprobado la eutanasia; y otros cinco han legalizado el suicidio asistido. En otras palabras, solo el 10% de todos los Estados que integran la ONU han legalizado la eutanasia y el suicidio asistido.

Conclusiones

La eutanasia es un acto que ha estado en la palestra desde hace unos 2500 años porque está relacionada con el peculiar fenómeno filosófico de la vida y la muerte, las cuales son las grandes preocupaciones en el actuar de los médicos; preservando la primera y evitando la segunda. Una pequeña proporción de países han legalizado a la eutanasia o al suicidio asistido. En ellos las personas no son penalizadas por pedirla, exigirla o ejecutarla. El avance es lento y el debate es intenso. La sociedad, los médicos y los pacientes deben encontrar la forma de que la eutanasia sea adecuadamente indicada o justificada para ayudar, realmente, al enfermo grave o terminal, sin perspectivas de sobrevivir, a dejar de sufrir, a no sentir más el insoportable y prolongado dolor, y morir apacible y felizmente. Sin dudas, la eutanasia es preferible que su antónimo, la cacotanasia.

Managua, Nicaragua, 1 de diciembre de 2018
Colegio Nicaragüense de Radiología

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